
Hoy cayó el primer gran entrenamiento de natación en aguas abiertas del verano; la "travesía" estrella de nuestra "piscina" natural; ir hasta El Farallón de Sardina.
Como cada martes y jueves a las 19 horas nos concentramos un grupo de amigos para nadar en la playa de Sardina. El entrenamiento de hoy es de los que prometen emociones fuertes, pues la dureza mental de esta travesía es incluso mayor que la física, además de la emoción por llegar a este monumento natural de la costa noroeste grancanaria.
Desde la orilla el mar nos invitaba a intentarlo, con buena marea, un tímido sol y el agua a una temperatura excepcional. Pese a este último aspecto hoy me tocaba nadar con chaque, pues iba a probar un Sinergy de Samuel para valorar y sacar mis propias conclusiones para una posible compra de cara al reto de este año.
El plan era ir directo al Farallón, sin parar en la punta de Martorell. Así que nos tiramos al agua y a nadar. Al principio, como es habitual, el mar está bastante tranquilo y se va "animando" la cosa a medida que nos vamos acercando a la punta, sobre todo yo que iba intentando por todos los medios seguir a Samuel, aprovechando las ventajas del chaque.
Después de la punta el mar cambia radicalmente y comienza a moverse de lo lindo, pero nosotros,concentrados en el canto de alguna sirena, seguimos braceando hacia nuestro objetivo, inmunes al oleaje y a los vaivenes del mar. El camino de ida es muy emocionante, porque cuando levantas la cabeza para orientarte nada más pasar la punta ya ves El Farallón que te espera, imponente, incluso cercano, pero nada más lejos de la realidad, pues parece que no vas a llegar jamás. A esto se une el sentimiento que siempre surge en algún rincón de tu mente y que te recuerda que cada brazada que das te estás alejando más de la "seguridad" de la playa, que no hay sitio por donde salir; que el mar cada vez se está poniendo peor; que como te quedes sin gasolina...Pero siempre seguimos hacia adelante. Samuel se empareja conmigo al principio y vamos juntos, luego antes de llegar al Farallón se pone delante y me encuentro mejor pues me pongo a su estela y mantengo el ritmo echando los pulmones, porque ya a esas alturas quedarte solo acojona que da gusto, sobre todo cuando ves que al escaparse y levantar la cabeza ya no lo ves, por lo que le sigo a través de las burbujas de la estela que va dejando.
La ida la hicimos en unos 17 minutos (línea roja de la foto inferior de la entrada), un tiempo rapidísimo. Mientras esperamos al resto del grupo lo comentamos: o estamos como "toros" o la corriente nos ha traido como tiros. Viendo el oleaje en el que estábamos metidos, la respuesta la teníamos más que clara: la vuelta va a ser la bomba.

Así que sin muchas demoras nos damos la vuelta. Para evitar el oleaje nos alejamos de la orilla de los imponentes acantilados que nos acompañan durante todo este duro trayecto y comenzamos a nadar. Esta vez sí que es verdad que voy a ritmo, sin excesos, pues la vuelta va a ser dura y larga. Al igual que en la ida me pongo tras la estela de Samuel pero sin locuras que puedan pasarme factura y me la tomo con cierta calma, aunque por mi cabeza pasan cuarenta mil historias, hasta que me doy cuenta que Samuel con relativa frecuencia se da la vuelta para comprobar que no me deja muy atrás, lo cual me tranquiliza enormemente. Las olas pegan con fuerza y los buches de agua son frecuentes, sobre todo al intentar orientarnos. Cuando comenzamos a ver la punta, siempre piensas ya estamos llegando, pero ese es el error más grande que puede cometer la mente, pues esa es la zona con más corriente del trayecto y parece que no vas a llegar nunca, es demoledor psicológicamente, pero a base de constancia logramos llegar. Lo más duro está hecho, aunque eso sí, hemos tardado en ese trayecto (línea amarilla) !16 minutos!, sólo un minuto menos que todo el trayecto de ida.

Tras reagruparnos nuevamente toca el trayecto final hasta la playa, que pese a ser contracorriente también se hace mucho más llevadero, sobre todo cuando ya tu mente se libera de la presión de todo el entrenamiento, te das cuenta que lo vas a hacer, que lo vas a lograr, que eres el rey del mar, que estás deseando volver otro día, te das cuenta que realmente puedes seguir nadando durante más tiempo (en el caso de hoy no porque me sollé una pasada la axila izquierda), que lo único que sufrió fue tu mente.
Perfecto, les puedo asegurar que puedes tener el mayor problema del mundo en tu cabeza (en ningún momento me acordé del palo que me supuso que me excluyeran de la Travesía de Gando por no haber participado el año anterior estando inscrito), que con un trayecto así, cuando estás metido entre las olas y los acantilados, a más de 500 metros de la orilla más cercana, con una corriente increíble que no te deja avanzar, lo único en lo que piensas es en salvar el pellejo, y la sensación de libertad que te queda en el cuerpo es indescriptible. Sobre este asunto le pueden preguntar a Federico, que hoy hizo un máster en eso porque se quedó más solo que la una en medio del maremoto.
El próximo también se los contaré. Por cierto los protagonistas de la película: Samuel, José Arístides, Fran, Javier, Federico y el que les escribe. Seguro que cada uno tiene su propia historia para contar sobre este entrenamiento. Esta noche dormiremos como los ángeles.